Lo que siempre quizo saber de "me quiere, no me quiere"

¿Sobre que trata el proyecto?

En su comic autobigráfico “Blankets” (2006), el estadounidense Craigh Thompsom muestra su adolescencia, y en especial de su romance con Raina, una joven que conoce en un campamento y que vivía a doscientos kilómetros de su casa. En las vacaciones de verano, Craigh visita a Raina y se queda en su casa durante dos semanas, tiempo que el amor entre los dos se hace más profundo, y al mismo tiempo, más idílico, pues aunque se niegan a aceptarlo, las diferencias entre los dos son irreconciliables. Luego de que Craigh vuelve a su casa, la relación empieza a decaer progresivamente, hasta que un día él la llama para decirle adiós definitivamente. Es entonces cuando el autor muestra su desengaño haciendo una metáfora a la caverna de platón, mostrándose a si mismo en su enamoramiento como alguien preso en una caverna, para quien las únicas imágenes del mundo que conoce son sombras proyectadas en una la pared de la cueva. Luego el preso es soltado, y debe enfrentarse al exterior, a la luz, y el choque es obviamente traumático; sin embargo, lentamente empezaría a reconocer el mundo, primero a partir de las sombras (que son lo único que conoce) y luego a partir de las formas, del color, etc. hasta finalmente lograr adaptarse a la realidad.


Blankets no hace más que ilustrar de manera muy clara la historia de amor que tan bien conocemos: nos enamorados de X, luego, enceguecidos por nuestro amor, damos una forma y unas características a X, entonces X no nos corresponde o nuestro amor no funciona, lo que lleva a darnos cuenta de que X no era nuestro X, en medio del llanto y el dolor de una tusa insoportable. Y la moraleja: el amor nos hace ver todo color de rosa, antes no veía las cosas clara, ahora veo la realidad, estaba soñando y ahora he despertado (para otro ejemplo, recomiendo ver la película Pesépolis, en especial esta escena). Incluso hay filósofos como el francés Pierre Duhem que consideran la decepción amorosa como “una vía privilegiada de acceso a la realidad”. ¿Pero es esto cierto? ¿En realidad nuestra percepción de la realidad es más “nítida” en medio de un desengaño sentimental que al estar enamorado? Dejemos de ser críticos, y por un momento aceptemos la idea; igual entonces podríamos preguntarnos: ¿ Es nuestra percepción del mundo la que cambia cuando estoy enamorado, o es el mundo mismo el que cambia? ¿Y cómo sé cual mundo es más real que otro? ¿Por el dolor? ¿Por la angustia? Recordemos como se sintió Neo al ser “rescatado” de la Matriz, y entonces estaremos de acuerdo: el mundo real es una porquería. Y dudo mucho que pensáramos diferente si para percibir la realidad tuviésemos que estar tusos todo el tiempo.

No hay que dar muchas vueltas para ver que esta división entre un mundo “real” y otro distorsionado la hacemos todo el tiempo, a veces incluso a voluntad. Afirmamos estar siendo “objetivos” o por el contrario, que hemos “estado en las nubes” o “soñando despiertos”. Nos consideramos “realistas” en algunas situaciones, sino siempre, y acusamos a los demás por “no ver las cosas como son en realidad”. Así, podemos afirmar sin lugar a dudas que estamos aquí y el mundo allí afuera, como siempre lo ha estado, inmutable, estable, nunca cambiante. Somos nosotros quienes lo percibimos diferente dependiendo de la situación o de nuestro estado de animo.
Esta idea es algo tácito en nosotros, y muy rara vez llegamos a cuestionarla, sobre todo cuando todo el conocimiento occidental surgió sobre esta idea de sujeto y objeto, de yo y mundo. Sin embargo, al ahondar en esta concepción, podemos darnos cuenta de que su aceptación es más una creencia generalizada que un hecho comprobado por la experiencia, la cual a veces llega incluso a contradecirla.

Volvamos al ejemplo de Blankets. Es interesante darnos cuenta de que Craigh compara su historia de amor con la caverna de Platón solo después de haberla vivido, no mientras la experimentaba, como si de alguna manera quisiera volver a poner las cosas en orden, dar un sentido lógico a aquel momento extraordinario de su vida y encajarlo con su concepción de mundo y de realidad. Sin embargo, ¿cómo podemos estar seguros de cual es la cueva? ¿podemos siquiera saber si hemos salido de ella, si lo que percibimos no siguen siendo sombras? El enamoramiento siempre ha sido el estado ilusorio por excelencia, pero cualquier enamorado sabe que lo que siente y vive es tan real como cualquier otra experiencia de su vida. Sin embargo, es curioso darse cuenta de que el enamorado no quiere “afrontar” la realidad, huye de cualquier posible afirmación de su estado. Nos morimos de miedo al pensar preguntar al otro si nos ama, si lo que sentimos con tanta intensidad nos es correspondido, y preferimos mantenernos en la posibilidad. ¿Y que es el amor en este estado sino solo un motor de posibilidades? Más que imaginar y soñar al otro, nosotros mismos lo creamos, le damos unas características y actitudes que poco tienen que ver con el otro en realidad, pero este hecho no nos importa, porque desde donde estamos es real. Luego, puede que venga el momento decisivo, ya sea el “no me gustas” o “soy yo, no eres tú”, y es entonces cuando, en un breve instante, el mundo que creíamos firme y sólido se desmorona a nuestros pies. Y curiosamente, en medio del desengaño, cuando según Durheim todo debería ser más real que nunca, es cuando nada tiene sentido. Nos sentimos fuera del mundo, sin un lugar allí afuera, en una realidad que no compartimos y de la que no hacemos parte. Y luego pasa el tiempo, olvidamos, las heridas se vuelves soportables, y entonces construimos nuestra historia de amor, ese tributo que debemos pagar a nosotros mismos para volver a ser parte del mundo. ¿Pero parte de qué mundo? Creemos volver cuando podría ser que ni siquiera nos hubiéramos movido de nuestro sitio.



Bueno… ¿y todo esto a razón de qué?

“Me quiere, no me quiere” es un proyecto para un corto animado, producto de estas preguntas. Quizás no tanto un intento de dar respuestas, sino de poner en común, de mostrar y plantear antes que responder. Hablar del enamorado frente a su amado como una metáfora del sujeto frente a su mundo, y de cómo nos movemos sobre ilusiones que construimos, pero que son tan reales y profundas como cualquier cosa de la que podamos dar razón. Sin embargo la tarea no ha sido fácil, sobre todo al abordar un tema tan extenso y tan lleno de preguntas, que pueden llevarse la vida de cualquier diseñador que emprenda la odisea. Filosofía, cognitivismo, psicología, hermenéutica, budismo… son solo una parte de posconocimientos que entran en juego y discusión en el tema, y son términos en su mayoría oscuros y densos para mí como estudiante (y creo que para más de uno que se ha sentido estafado en el colegio). Sin embargo, he tratado de avanzar, a veces más lento que seguro, y creo que algo para contar. Esta es la razón de este blog, que espera avanzar y crecer más allá de un requisito académico, además de no aburrir, sino por el contrario, interesar a quien se tome el trabajo de leer.

¿Por qué una historia de amor?

Creo que más que hablar de mundo y cognición, es mejor hablar de amor. No por romanticismos o cursilerias, sino porque es difícil encontrar un tema tan universal y que nos llegué tanto. ¿Hay acaso algo más reconocible y a la vez tan huidizo a las definiciones? En esta parte he recurrido a “Fragmentos de un discurso amoroso” de Roland Barthes, quien más que definir, pone en escena diferentes “figuras” del amor. He recurrido a él, no solo porque el libro sea una de las obras más grandes de la literatura universal, sino porque en muchas partes del libro pareciera que no solo se habla de amor, sino de nuestra relación con el mundo mismo.

¿Y que pienso del amor? En resumen no pienso nada. Querría saber lo que és, pero estando dentro lo veo en existencia, no en esencia. Aquello de donde yo quiero conocer -el amor- es la materia misma que uso para hablar -el discurso amoroso- (pág. 50).

Creo en este fragmento expone de manera genial mucho de lo que trata mi trabajo, con solo reemplazar la palabra amor por “mundo” o “yo”. Más adelante profundizare sobre este libro y las ideas que han surguido de él.

¿Y por qué animación?

Más allá de un interés personal, creo que la animación es un medio que permite llegarle a una gran cantidad de gente, sin depender de sustratos o presupuestos difíciles de alcanzar. Es además un verdadero reto, pues un proyecto de animación exige no solo un manejo de determinadas técnicas, sino lo que es más importante, un intención concreta de contar algo y una habilidad para ser capaz de comunicarlo de forma clara e interesante. No es solo poner en pantalla, es ser capaz de llegarle al público de una u otra manera, haciendo que ver sea una experiencia amena y reflexiva. Hay aun mucho que aprender y mucha ayuda que recibir (es decir, gente a la cual marranear), pero creo que lo importante de un trabajo es ser capaz de plantear y concebir, más allá de realizar una pieza terminada fruto de un proceso apurado y poco satisfactorio.

1 comentario:

jupabato dijo...

¿Será que volvemos a ser parte del mundo? no será más bien que conforme pasa el tiempo y las heridas se cierran volvemos a crear un nuevo mudo, una nueva burbuja que creemos indestructible, casi perfecta teniendo en cuenta que este nuevo mundo lo hemos creado a partir de las nuevas experiencias, como una especie de antídoto.
Pero recuerde que la realidad es algo así como nuestra verdad y la verdad es relativa (por aquello de ser nuestra, es como el cuento de los gustos e idealizaciones) y depende únicamente de cada persona y su respectiva psicología, creo que el problema de la realidad es más un problema de personalidad, ya que las decepciones nos ayudan a encontrarnos a nosotros mismos y crear nuestra autentica realidad nuestro propio mundo, nuestra propia persona (el self). Según el budismo nuestra meta final.
Pero creo que lo que usted pretende es un poco menos denso que todo esto, o me equivoco