Investigación - Parte 4

Amor y construcción

Una de las figuras de las que habla Barthes es la carta de amor, uno de los elementos donde se encuentra visiblemente el intento del enamorado por convertir su amor en relato, en mundo. La construcción simulada de un diálogo, una puesta en escena, es el fin de la carta; tal y como lo dice Barthes “lo que entablo con el otro es una relación, no una correspondencia: la relación pone en contacto dos imágenes” . Para este fin, el enamorado tiene que mostrar una imagen de él ante la imagen de la persona amada. ¿Pero cómo son construidas estas imágenes?

Una posible respuesta a la pregunta se encuentra en un artículo de la revista chilena Signos, “El discurso amoroso en las cartas de Gabriela Mistral” , escrito por Darcie Castillo. En el texto se analizan las cartas enviadas por la escritora chilena entre los años de 1913 y 1922 a Manuel Magallanes Moure, un conocido poeta chileno de los años veinte. Lucila Godoy (nombre verdadero de la escritora) mantiene su relación sentimental con Manuel solo a través del medio escrito, negándose a un encuentro personal que finalmente tendría lugar en 1921, y que terminaría por acabar la relación.

Como todo y toda amante que escribe al amado/a, no puede menos que hablar de sí, la sujeto de las cartas ha de enviar una imagen al amado-destinatario, por lo tanto, debe realizar un proceso de autoobjetivación, convertirse en otra para sí misma, distanciarse, [ ], para ello debe tomar en cuenta la conciencia valorativa del otro: del otro destinatario específico, Manuel; del Otro social, y del Otro/a de sí misma, recordemos que hablar de uno mismo, es también hablar con uno mismo. (Barthes, Roland. Fragmentos de un discurso amoroso, Siglo Veintiuno Editores, Madrid, 1999, pág.14)

La autora analiza el discurso de las cartas como un problema de construcción de imagen, tanto de la escritora como de su amado, dividiéndolo primeramente en dos aspectos interdependientes: la construcción de un yo para mí y la construcción de un yo para el otro. No me extenderé en el análisis psicológico que hace la autora sobre Gabriela Mistral, pues lo que me interesa es el análisis que se hace sobre las diferentes maneras en que, según Castillo, la escritora construye la imagen propia de un yo. Para empezar, castillo habla de lo que denomina retrato y máscara:

La máscara se opone al retrato, éste petrifica, o intenta petrificar al sujeto, fijarlo en una unidad que no merezca duda, incluso pretende pasar por el sujeto. En cambio, las máscaras implican un juego de sustituciones, una imitación de algo, un querer ser. Si la máscara puede quitarse, revela una movilidad, consciente o no. Ambas formas revelan un exhibirse de la sujeto en intento de fijeza y de movilidad, exhibición para sí y para el otro.

Estas dos figuras expresan dos tendencias diferentes: por un lado, el retrato (representado por las fotografías que enviaba la escritora a su amado) expresa la necesidad de un “yo” estable, constante, un punto de referencia frente al otro y para el otro. Sin embargo, tal y como lo muestra Castillo, este “yo para mí” es constantemente destruido por Gabriela, en busca de una afirmación por parte del otro (imaginado): Gabriela se asumía y se mostraba como una mujer fría y fea, negando cualquier belleza o calidez que pudiera encontrarse en su imagen retratada, buscando que Miguel negase tales afirmaciones, definiéndola por negación. Este “yo” destruido era a su vez matizado y en cierta manera rescatado por la escritora a través un modelo externo (en este caso el modelo de la virtud y el sacrificio cristiano con el que Grabriela Mistral se identificaba). Este sería un ejemplo de máscara, empleada para exhibir, ocultar o evidenciar, pero principalmente, para imitar. Esta necesidad de recurrir a un modelo (o estereotipo de construcción, podríamos decir) es paradójica, ya que lo que busca es afirmar un yo que ha sido destruido: un yo sin fundamento propio que intenta surgir en el espejo del otro.

La imagen de sí misma que Gabriela presenta ante Miguel nunca es constante, pues se construye y reconstruye constantemente; es casi la construcción de una ficción (Esta relación la hago a partir de la similitud que encuentro entre la dinámica en la construcción del yo que se muestra en las cartas de Gabriela Mistral, y la manera en la que según Roman Gubert se estructura el relato de la telenovela . buscando una continuidad discontinua, un pie para la espera . La escritora construye una imagen de sí misma para su amado, basándose a su vez en la imagen que tiene de él; pero al mismo tiempo destruye su propia imagen, tratando de separar su yo de la imagen del otro. ¿No podemos ver en este juego de implicación y distanciamiento un claro ejemplo de angustia cartesiana, un constante enmascaramiento que trata de llenar un vacío? Es como si Gabriela, al no poder encontrar un yo interior (retrato) tratara de construir un yo exterior (máscara) que tampoco la satisface, por no ser “propio” a ella. Así la imagen propia aparece en una constante lucha entre dos extremos: la identificación con el otro y la afirmación de sí misma.

Esta dinámica también puede aplicarse a la construcción del otro, del cual no podemos olvidarnos. Castillo habla de otro para el yo y de otro para el yo; el primero se construye como una referencia para contraponer nuestra imagen propia, mientras el segundo, ante la insuficiencia del primero, termina siendo una idealización, un “otro” formulado más allá de la experiencia, imposible de alcanzar más que como representación.

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